domingo, 20 de enero de 2013

Don't panic


Uno a veces se inmoviliza ante la vastedad del universo, la multiplicidad de oportunidades, las infinitas casualidades, el sinfín de las palabras nacidas y por nacer, las innumerables combinaciones de eventos, cosas y gente que pueden configurar y desconfigurar nuestro escenario de millones de maneras distintas.

Quieto, inmovilizado. No por el miedo, sino por el respeto que infunde lo inconmensurable, y por la noción certera de que la vida es una sola y no hay ensayo; no existe acción sin consecuencias, improvisación sin riesgo, hacer sin errar. Y el tiempo es nuestra única materia prima, la más escasa y la más valiosa.

Tal vez lo más maravilloso de todo sea aprehender la sabiduría necesaria para transitar el viaje en un estado de felicidad: una felicidad que no esté sujeta a las cosas que nos pasan ni a la gente que tengamos cerca, sino a nuestro ser íntimo, a nosotros mismos, a encontrarnos con la esencia de lo que somos.

Será ese acaso el desafío más trascendente.


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