domingo, 14 de diciembre de 2014

Tripas


Termino de cenar. Apago la tele. Comienzo a escuchar los ruidos de mis tripas, felices. Escucho los líquidos en movimiento, que evidentemente, suenan distinto de acuerdo al calibre del conducto por el que estén pasando.

Entonces, estoy teniendo esta discusión con mi mitad consciente: esa parte de mí que entiende de teorías, que articula recuerdos, conecta ideas, relaciona conceptos e intenta sacar el mejor provecho posible de esta vida, mientras transita por un mínimo piso de certezas, que por mucho que trata, no consigue hacerlo crecer.

Esta mitad consciente, paradójicamente es la voz cantante de las discusiones más trascendentes: ¿quién soy? ¿existe un dios? ¿cuál es el sentido o el propósito de mi vida? ¿Somos algo más que un mecanismo de relojería de una perfección y precisión totalmente increíbles, interconectado minuciosamente a través de huesos, cartílagos, músculos, tendones; coordinando el funcionamiento ultrapreciso de órganos de una complejidad total, que realizan procesos químicos, mecánicos, eléctricos sin instrucciones ni órdenes de nadie, con distintos tipos de conexiones mediante las cuales trafican información, sangre y fluídos; metidos en una bolsa parcialmente sellada de piel, con pelos, uñas, dientes, zonas de una callosidad moderada y distintos espesores, niveles de grasitud y humedad, que son funcionales a los diferentes usos que uno puede darle? Y encima de todo eso, estos mecanismos pueden darse el lujo de tener sentimientos, emociones, tomar decisiones, reprogramarse, adaptarse, crecer, relacionarse con otros mecanismos similares; construir afinidades, disputas, amores, odios, frustraciones, sueños, esperanzas, generosidad, paz, caos, el horror y la belleza de este mundo?

¿Es la vida es tal y como nos la enseñaron? 

Mi mitad consciente, cree que trabaja sola.

La otra mitad, calla. Se presenta como evidencias. Como lapsus. Como impulsos involuntarios. Como el representante silencioso de esa pequeña zona del yo (estimo un 4 o 5 por ciento) que he decidido dejar librada a la espontaneidad, a las fuerzas misteriosas que gobiernan el momento presente, a lo imprevisto, a lo involuntario, a la magia y el misterio, por llamarlo de alguna manera.
La mitad consciente subestima todo este mundo del cual no tiene ningún tipo de registros reales, palpables, consistentes, comprobables, que puedan contar como algún tipo de evidencia ante el tribunal de la razón.

El control es pura ilusión, como tantas otras cosas de esta vida.


Rosario, 05/08/14




domingo, 12 de octubre de 2014

Vibra

Que es eso que vibra?
Lo que vibra es el alma.

El alma es una membrana de paño y seda que separa al corazón de los otros órganos centrales. No se conecta al cerebro a través de terminales nerviosas, sino de capilares microscópicos por los que fluyen solo electricidad y sangre, en unas cantidades mínimas como para mantenerla con vida.

Y el alma, en su quietud y en su separación de todo, vibra.

Vibra, y en sus pandeos espasmódicos sube y baja, y genera sensaciones que uno frecuentemente confunde con los jadeos de los pulmones o los bombazos del corazón. Pero no, es el alma. Que vibra, palpita, agita recuerdos, sacude sensaciones, arroja objetos punzantes que perforan la muralla de la memoria; trastorna nuestra razón con sentimientos que cuestionamos, porque no los podemos entender ni clasificar en ningún inventario.

Es el alma, que nos habita. Es la luz y la negrura, la pureza y las contradicciones, la belleza y el espanto, lo real y lo fantástico, la catapulta de nuestros pensamientos prohibidos, el amor y el horror, el destilado más puro de nuestra esencia.

El alma está en nosotros sin ser ni carne, ni sangre, ni fibra, ni hueso, ni cartílago. Fue diseñada para alojarse en ese compartimiento estanco, junto al corazón, para que en algún momento de iluminación nos despertemos y le demos pelota.

miércoles, 23 de julio de 2014

Qué?


Que nada ni nadie te prive
del derecho de reiventarte mil veces,
de ser lo que quieras ser,
sin importar lo que piensen los demás,
y sin importar lo que los demás esperen de vos.

Que nada ni nadie te impidan
reconstruir tu vida a tu antojo, 
ejerciendo la libertad 
por sobre todas las cosas.

Recomenzar, 
destruir y volver a hacer, 
todo lo que haga falta.

Que nada ni nadie te apegue 
a tu pasado, cercano o distante. 
Que nada ni nadie te controle. 
Que nadie decida por vos.

Que nadie se interponga 
entre vos y tu meta sagrada, 
de encontrarte con tu deseo 
y de este modo ser vos mismo.

Que nadie te impida ser genuino, 
sin importar las consecuencias.

Que no te condicione 
la opinión de los demás.

Que no cometas el perjurio mayor, 
el de traicionar a tu propio corazón.


martes, 11 de marzo de 2014

La emoción es el mensaje

En medio de tanta parafernalia, de tanta palabrería simbólica, la emoción es el mensaje. Lo que permanece, lo significante, es lo que podemos registrar a un nivel emocional, afectivo.
El resto es distracción, humo, ruido, anestesia. Dejar correr el segundero de un modo cómodo, sin riesgos.